Hoy en la cola del supermercado tenía delante a una pareja churrasca, probablemente colombiana a juzgar por su acento y esa mezcla repulsiva de negro y taíno típica del destartalado país caribeño. Él, más que gordo, obeso, y pelón como una bola de billar; y ella más oscura aún que el marido y en avanzado estado de gestación. Los dos hijos pequeños -no pierden comba, no se les vaya a pasar el arroz- se entrenían jodiendo la marrana al resto de clientes hasta que por fin les ha llegado el turno. La chavala de la caja, que era española como todas las de este supermercado, aunque la clientela se vaya pareciendo más a la del Lidl o el Dia, les echa una mano y empieza a llenar una de las bolsas de la compra con los copiosos víveres adquiridos por la pareja cuando el tiparraco, en vez de agradecer el detalle, se pone hecho un energúmeno porque la dependienta le ha metido el pan junto con no sé qué otra cosa y aquél decía que así no, que lo sacara, que le iba a llegar todo aplastado a casa. La empleada, seguramente harta de aguantar a memos de igual o peor cariz, ha obedecido con resignación cristiana y no ha osado replicar al chimpancé iracundo. Yo me he limitado a mascullar alguna que otra maldición en arameo en un tono casi inaudible, que es sábado sabadete y no quiero empezar la jornada lidiando con tales vitorinos.
Pero lo confieso sin pudor: cada vez me producen más náuseas estos tipos. Porque no veo más que a españoles descargando camiones, repartiendo el correo, vendiendo la prensa, despachando pan, limpiando escaleras... mientras mierdecillas ultramarinas con ínfulas de nuevos ricos vegetan a nuestra costa y nos miran por encima del hombro con la certeza de que son cada vez más y nosotros cada vez menos, y que más pronto que tarde la balanza se inclinará a su favor y seremos nosotros los que deberemos adaptarnos a su zafiedad y a sus peregrinas costumbres. Aunque yo espero estar criando malvas para cuando llegue ese momento. Para muestra un botón: unos agarenos recién llegados en patera a Almería se han amotinado en protesta por el horario de las comidas, ya que estamos en pleno Ramadán, el mes del ayuno musulmán, y sólo jalan (pantagruélicamente, eso sí) por la noche. Los cabestros han destrozado parte de las instalaciones donde se hallaban recluidos y han tirado por el suelo la comida que no se han ganado y que tan solidariamente les habían proporcionado los policías que los custodian. Sobran los comentarios.
Como epílogo, de vuelta a mi domicilio me fijo en un escaparate donde exponen ropa de mujer y que habré visto centenares de veces, pero hasta ahora no me había fijado en que la mayoría de los maniquís de la tienda son negros, es decir, del mismo color que la pareja de cocalombianos groseros del Consum. Los putos amos.
Postdata: estas navidades pienso regalarme un teléfono móvil con cámara fotográfica y jubilar mi Sony Ericsson regalo de Movistar. Se admiten sugerencias. Y voy a ilustrar el blog con todas las anécdotas visuales pardas que tanto proliferan en mi ciudad, como lo de los tres locutorios que han abierto en apenas 50 metros de calle, porque eso no es normal, ahí debe haber gato encerrado. Lo de la tienda de ropa deportiva que ha abierto una manada de babuinos, con unos horarios que envidiarían hasta los funcionarios más holgazanes. O lo del Döner Kebab más solitario que el desierto de Atacama, atendido por cinco dependientes. De dónde salen pues los respectivos salarios, es un auténtico Expediente X.
Porcentaje de inmigrantes censados por comunidades autónomas en relación a la población total. Aviso: esta estadística puede herir la sensibildad del lector.
7 comentarios:
Soy un italiano de primera generación que tuvo la mala suerte de nacer y crecer en Perú. País donde cada cierto tiempo aparece un iluminado que dice que la solución es masacrarnos a los blanquitos. En la última elección el iluminado quedó segundo por muy poquito.
Decidí irme. Volver a mis raíces. Huir de la chusma que pisotea los derechos de los demás como deporte y que sabe que el blanquito tiene más que perder. Traté de validar mi título de médico en Italia y me di con que si yo no era una india con un diploma (falso o no) de enfermera pues no sería bienvenido.
Como la puerta de España estaba abierta a cualquier médico extranjero que mandase dos papeles (y en Perú hay sólo tres o cuatro facultades de medicina que valen la pena, pero más de 20 registradas y que sueltan matasanos que no saben cuántos mililitros hay en un litro), pues la atravesé como uno más sólo que sin necesitar visa.
¿La tuve más fácil por ser europeo? No lo creo. Mientras espero a dar el MIR con mis ahorros, los otros consiguen trabajos en negro por tener visa de estudiante. Sus emergencias médicas son atendidas sin chistar mientras sé que a mi me van a perseguir hasta viejo con la factura mientras no sea emitida mi tarjeta sanitaria con la que tanto Italia como España juegan ténis.
No sé cuáles son los trabajos que los españoles no desean hacer. Los barrenderos, basureros, dependientes, agricultores, albañiles son españoles. Sin embargo cada vez veo más y más indios, árabes y negros. Los primeros vestidos como estrellas de reggaeton y disfrazando sus coches de naves espaciales. Los segundos con sus bazares y comida en las calles. Los negros, recorriendo las ciudades de arriba a abajo con sus bolsas de discos pirata y supongo que algunas hierbas más abajo. Finalmente están los chinos, que si bien no parecen meterse en delincuencia es bien sabido que practican el dumping, si es que no también el contrabando.
¿Esos son los trabajos que no quieren hacer los españoles? ¡Pues que nadie los haga! ¿Cuál es el trabajo que los españoles no hacen? ¿Follar y reproducirse? Creo que esa es la idea.
Mientras tanto, gobiernos de países tercermundistas como Perú fomentan la emigración de inútiles porque saben que las divisas que envíen de vuelta serán mil veces más que los impuestos que dejan de pagar en casa. Y acá los reciben como a dioses. A muchos profesionales como yo, blancos que no tenían la suerte de un certificado de pedigree, les bloquearon papeles que requerían para la visa porque "si van a irse a ganar miles fuera, pues obséquienle un año a SU país". El país cuyo sistema de salud pagaron mas no usaron por ser mierda, cuyo sistema educativo pagaron mas no usaron por ser mierda, el país donde fueron asaltados un promedio de 3 veces al año y que finalmente estuvo a punto de lincharlos por ser blancos.
Realmente el resto del mundo merece que occidente los deje morirse en su mugre. La pregunta es: ¿Cómo rescatamos a los nuestros?
Recordando a los granjeros de Zimbabwe...
Muy interesante lo que nos cuentas anónimo. Lo cierto es que a los europeos nos tildan de racistas y xenófobos, cuando en realidad, estos putos indios lo son igual o más que nosotros. Seguramente más, ya que ellos llevan el componente añadido del complejo de inferioridad por ser pobres y miserables y eso acrecenta su odio por nuestra raza, por nuestra cultura y nuestra civilización.
En cuanto a lo de la escenita del súper me parece muy fuerte Máster K. Lástima que no me haya encontrado en tu misma situación porque llevo tiempo esperando la oportunidad de poner a uno de estos macacos en su sitio. Es cierto que vienen con ínfulas de nuevos ricos, pero más que nada porque para ellos poder comprar una barra depan en el Consum ya es síntoma de riqueza. Que me pase lo mismo que a tí un día de estos que ya verás dónde acaba la barra depan del indio hijoputa (y yo en comisaría, claro).
El patio está que arde. Las escenas que comenta Máster K las veo con frecuencia en todas partes. No hace mucho me cruzé con dos negratas que me miraron desafiantes vestidos como gilipollas. A punto estuve de sacar la pistola (iba hacia el campo de tiro) y pegerles un tiro a cada uno, pero me reservo esto para cuando la limpieza sea legal. No quiero estar en el cuartelillo cuando a los demás les den carta blanca para peinar las calles y barrerlas de escoria ;-)
Está claro que esta situación sólo la podremos arreglar con fuerza bruta, incendiando los comercios de esos miserables, apaleándoles por estas calles, sacándoles de sus casas para fusilarles a media noche... y ¿sabeis lo peor? Somos tan tontos que, para reaccionar así, tendremos que esperar a que ellos nos hagan todo esto a nosotros primero.
Referente a lo que comenta el médico italiano, ¿qué decir? Vergonzoso, lo que pasa. Los blancos somos discriminados hasta en Europa. Tengo un amigo que huyó de Venezuela después de pasar 20 años ahí por el mismo motivo que nuestro compañero describe: discriminación racial.
Si en Europa nos persiguen, fuera de ella nos exterminan. En África lo peor que te puede pasar es ser blanco. En Sudamérica, igual. Habría que sacar a los nuestros de ahí y pegarle fuego a la barraca.
Pero ¿como van tantos a Valencia hermanos? Es que van a parar ahi casi todos, antes ahora y en el futuro.
Mi pésame a Master K.
Lo de Valencia es escandaloso. Me han dicho que Castellón ya no es Castellón, sino una prolongación artificial de Bucarest. Yo soy de un pueblo cercano a Barcelona y aquí está infestado de botijos colombianos,la mayoría trabajadoras del servicio doméstico y peones de la construcción. Por suerte en mi barrio aún no han llegado a instalarse y creo que, por suerte, aún les faltan varias generaciones para poder comprarse un piso en mi zona. Pero dan asco y apestan. Y lo que más rabia da son esos aires chulescos que me llevan por la calle, como si fuesen una raza especial o ciudadnos respetables. Parece mentira que no se den cuenta de que no son más que simples parásitos tercermundistas e ignorantes que están siendo explotados vilmente por los ricachones europeos. No sé de dónde coño sacan tanta prepotencia.
Y todavía se quejan:
http://www.rpp.com.pe/portada/politica/51342_1.php
300 ONG dedicadas a la ayuda al inmigrante en Europa... Me juego un pulgar a que la mayoría de esas asociaciones están radicadas en España.
Pues te han informado bien, El Resistente: la mayor colonia rumana de España creo que es la de Castellón. Y esto no es nada: en 2007, y en virtud del Tratado Schengen, se podrán establecer en España aún con mayor libertad, ya que serán ciudadanos europeos de pleno derecho.
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