Una reata de subsaharianos se manifestaba hace unos días en Valencia (por cierto, Jo no t'espere, Benedicto XVI) para exigir el mantenimientos de las subvenciones al centro de acogida privado Baobab, ya que de otra forma éste habrá de cerrar sus puertas por falta de recursos para hacer frente al pago del alquiler. Algunas de las pancartas que exhibían los melanodermos que hasta ahora se cobijaban por el morro en dicho centro pedían una vivienda digna para todos (suponemos que como esos pisos de 200 metros cuadrados, con jardín y piscina, que el gobierno regala a todos los españoles alcanzada la mayoría de edad), así como papeles para todos (lo cual nos lleva a pensar que muchos si no todos los manifestantes habían llegado hasta aquí mediante el expeditivo método de la patera o el cayuco, aunque la policía no practicó ninguna detención por estancia irregular en España entre los exigentes negros). También había una que reclamaba el mantenimiento de las subvenciones al Centro de Acoguida (los oenegeros que los jalean y les rotulan las sábanas no dan para más).
A lo mejor es que, acostumbrados como están a vivir de las pingües limosnas de Occidente, estos mamones no saben que los españoles trabajan para pagar el alquiler de su vivienda o bien la hipoteca, a veces durante buena parte de su vida. Me barrunto, empero, que ni siquiera se han planteado tal posibilidad. Aunque también choca que estan mismas exigencias no las expongan en sus países. ¿Por qué no exigen con la misma rotundidad a los gobiernos de sus naciones de origen trabajo y alojamiento sin condiciones?
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