Lo que probablemente subyace en el fondo de esta historia es que la churrasca treintaiseisañera tenía un contrato laboral con la empresa catalana Capbravo y, al no serle renovado, parece que el deseo de venganza la llevó a emprender acciones legales contra la misma, con la inestimable ayuda de una abogada feminista de que te cagas que le puso el sindicato socialista UGT. Aunque parezca mentira, la empresa ha sido condenada a readmitirla y a indemnizarla por el tiempo que estuvo desempleada, así como por los daños morales ocasionados.
La señora Painagua, cuya rechoncha constitución delata que a buen seguro le atrae más lo primero que lo segundo, debería ser más comprensiva y perdonar a su jefe, caramba, ya que los hombres sucumbimos fácilmente ante los encantos de ninfas tan bellas como la aludida Lidia Selena, cuyo sex-appeal nadie discute a la vista de la fotografía que acompaña a esta denuncia aparecida en el diario El País con motivo del 8 de marzo.
Y vosotros, la manita quieta e idos a dar una ducha fría.
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