La semana pasada unos inmis inauguraron una nueva verdulería en mi muy balcanizado barrio. Hasta aquí nada anormal, ya que últimamente muchos jóvenes emprendedores, de acá y acullá, han decidido poner en marcha este tipo de establecimientos porque no requieren una gran inversión económica y además resultan rentables en una época en la que vuelve a estar de moda el comer sano. De hecho en los últimos años he asistido a la apertura de varios de estos comercios en la zona en la que resido, algunos de ellos regentados por españoles, que con el tiempo se han visto obligados a cerrar sus negocios o traspasarlos a ciudadanos pakistanís. Sin ir más lejos, una de mis primas y su marido, ambos con estudios universitarios pero sin oficio ni beneficio, también se aventuraron hace unos años a abrir una frutería, pero como a tantos otros españoles la competencia paki les obligó a echar el cerrojo. Y no es que la competencia sea en sí negativa (bien al contario), pero sí que lo es cuando se trata de competencia desleal. Y por suerte aún quedan en este país algunos quijotes dispuestos a denunciar las injusticias y desmanes, como una pareja de fruteros valencianos que ha emprendido una cruzada con el fin de denunciar las irregularidades que han detectado en muchos comercios propiedad de inmigrantes, como por ejemplo que carezcan de licencia de apertura, que tengan empleados a trabajadores que no están dados de alta en la Seguridad Social y hasta que en determinados locales se lleven a cabo actividades impropias de una frutería, como ofrecer conexión a internet, envío de faxes o servicio de manicura. Y eso sin hablar del largo período de exención de impuestos de que disfrutan los empresarios de Pakistán instalados en España gracias a más que discutibles acuerdos comerciales con ese país y también con China. ¡Otros que tales, los mandarines! Porque cuando aún no me había planteado el boicot sistemático a todo lo que oliese a foráneo, en un bazar oriental próximo a mi domicilio rara vez me atendía la misma persona e incluso en ocasiones me topé con menores de edad al otro lado del mostrador.
Hay casos en los que estos negocios, así como los locutorios o los prolíficos döner kebab, son en realidad tapaderas que encubren actividades mucho más lucrativas, como el narcotráfico. No obstante los lugareños berzotas siguen acudiendo en tropel a esos establecimientos de comida rápida y también a los puestos de frutas y hortalizas, especialmente vejestorios con magras pensiones que consiguen así ahorrase unos cuantos euros, ya que los precios son algo más bajos que los de los supermercados, aunque al menos en éstos los trabajadores sí estén dados de alta en la Seguridad Social y las irregularidades, si las hubiere, no son tan flagrantes como en los tienduchos de los mahometanos. Lo de que abran los domingos y fiestas de guardar es comprensible, pues como ha quedado dicho son muchos los que se turnan (a mí me atendieron cinco a la vez en un döner completamente vacío) y encima parece que la calidad y procedencia de la mercancía lo consideran un asunto cuanto menos baladí, como se demostró cuando pillaron in fraganti a un empresario pakistaní que tenía almacenada la carne que después distribuía a los döner kebab de toda Valencia en un pésimo estado de conservación, cuando no podrida, y sirviendo de ágape a ratas y cucarachas antes de ir a parar a los estómagos de los clientes valencianos.
Y en cuanto a los competitivos precios de los puestos de frutas y verduras de los avispados inmigrantes, pues eso, que no pagando impuestos, ni dando de alta a sus trabajadores y encima cosechando el género ellos mismos (hoy mismo Antena 3 se hace eco de la oleada de robos en los cultivos de la huerta valenciana), así cualquiera.
El paki Fahad ya va por su tercera tienda en la ciudad de Valencia. ¡Tiembla, Mercadona!
Patricia Yorelei, una vez regularizada su situación en España y solicitada la doble nacionalidad, aspiraba a ocupar una habitación que diese a la calle, ¡y con balcón! Se acabó el alquilar bañeras y sofás para pernoctar y otros menesteres. La fortuna, por fin, empezaba a sonreírle a nuestra emprendedora latina.
6 comentarios:
Basura.....
mierda.............
Nazi....................
Cobarde maricón................
(No deshonres más a los caballeros Legionarios, cabron de mierda)
Oye, ¿y qué dices acerca de los españoles que se fueron de tu tierra hacia Latinoamérica porque se estaban muriendo de hambre, hace muchos años? Fueron, muchísimos, millones. ¿De ellos no dices nada?
Ahora son sus nietos los que desean regresar, ¿por qué no quieres aceptarlos?
(Esto te lo digo estando en profundo desacuerdo con tus ideas racistas, por no decir que concuerdo con quien te tache de basura, mierda y cobarde maricón, por respeto. Sólo quiero que lo sepas para evitar algún malentendido.)
Me hace gracia cómo ha escrito Patricia Yorelei la cifra 760€.
¿Y estos son los que vienen a enriquecernos culturalmente?
Roddy
Le respondo a Anushka: Los españoles e italianos que fueron a latinoamérica cuando no tenían qué comer llegaron en esas mismas condiciones. Sin cobertura sanitaria universal ni cientos de asociaciones de "buenistas" que los defendieran.
Los que llegan ahora (salvo los argentinos) no son nietos de los europeos que migraron a América: Aquellos se convirtieron en la clase media y alta de los países a los que llegaron y "sus nietos" siguen allí como profesionales, empresarios, intelectuales, etc.
Los que vienen son las clases sociales más bajas de toda la vida, que crecen bajo la premisa de que para surgir hay que saltarse las normas establecidas y hacer tontos de los demás. Sólo se tiene que ver cómo (no) respetan una cola. Y llegan sabiendo perfectamente que acá mientras sean "paupérrimos" la sociedad los mantendrá y vivirán mejor que rompiéndose el lomo en sus países.
Por eso es falaz comparar la migración actual con la que se dio de Europa a América a finales del siglo 19 - inicios del 20.
Que pone ? Solo he podido leer con claridad 3 palabras.
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