Ayer fui testigo involuntario de una persecución policial de película que acabó con algunos heridos leves y varios vehículos dañados cuando el conductor de una furgoneta robada intentaba huir de los agentes que intentaban darle caza por media ciudad. Hasta aquí nada fuera de lo normal, ya que hechos como éste ocurren todos los días en las grandes ciudades. Lo que me ha llamado la atención una vez más es la premura con que los periodistas de turno recalcan la nacionalidad del delincuente cuando éste no es extranjero. Pero las verdades a medias son las peores mentiras y doy fe de que el individuo que guindó la flamante frugoneta blanca y que puso en peligro la vida de muchos conductores, peatones y, en fin, de todo aquel que se cruzó en su camino -ya que inclusó llegó a circular a gran velocidad por las aceras y las vías del tranvía-, era un gitano de tomo y lomo. De los de toda la vida, de piel cetrina y desgreñado, ya que pasó raudo pero a sólo unos metros de distancia de mí y pude verle la facha con absoluta claridad.
Imaginad cuántos españoles más como éste aparecerán todos los días en las páginas de sucesos. Pues eso. Que conste.
Y para ilustrar la anécdota, aquí tenéis el salvoconducto que el rey Alfonso V (conocido como el Magnánimo, aunque el apodo de el Bobo o el Ingenuo le haría más justicia) otorgó a un gitano de nombre Juan de Egipto Menor, por el que el monarca le permitía la entrada en su reino con el fin de completar su peregrinaje a la tumba del Apóstol Santiago. Dicho salvoconducto le fue expedido en 1425 y era válido para tres meses, que se han convertido ya en casi 600 años. Se trata, pues, del documento por el que la comunidad gitana se instala oficialmente en las Españas.
El Rey Alfonso, etc., a todos y cada uno de sus nobles, amados y fieles nuestros y sendos gobernadores, justicias, subvengueros, alcaldes, tenientes de alcalde y otros cualesquiera oficiales y súbditos nuestros, e incluso a cualquier guarda de puertos y cosas vedadas en cualquier parte de nuestros reinos y tierras, al cual o a los cuales la presente ser presentada, o a los lugartenientes de aquellos, salud y dilección. Como nuestro amado y devoto don Juan de Egipto Menor, que con nuestro permiso ir a diversas partes, entiende que debe pasar por algunas partes de nuestros reinos y tierras, y queremos que sea bien tratado y acogido, a vosotros y cada uno de vosotros os decimos y mandamos expresamente y desde cierto conocimiento, bajo pena de nuestra ira e indignación, que el mencionado don Juan de Egipto y los que con él irán y lo acompañarán, con todas sus cabalgaduras, ropas, bienes, oro, plata, alforjas y cualesquiera otras cosas que lleven consigo, sean dejado ir, estar y pasar por cualquier ciudad, villa, lugar y otras partes de nuestro señorío a salvo y con seguridad, siendo apartadas toda contradicción, impedimento o contraste. Proveyendo y dando a aquellos pasaje seguro y siendo conducidos cuando el mencionado don Juan lo requiera a través del presente salvoconducto nuestro, el cual queremos que lleve durante tres meses del día de la presente contando hacia adelante. Entregada en Zaragoza con nuestro sello el día doce de enero del año del nacimiento de nuestro Señor 1425. Rey Alfonso.
Imaginad cuántos españoles más como éste aparecerán todos los días en las páginas de sucesos. Pues eso. Que conste.
Y para ilustrar la anécdota, aquí tenéis el salvoconducto que el rey Alfonso V (conocido como el Magnánimo, aunque el apodo de el Bobo o el Ingenuo le haría más justicia) otorgó a un gitano de nombre Juan de Egipto Menor, por el que el monarca le permitía la entrada en su reino con el fin de completar su peregrinaje a la tumba del Apóstol Santiago. Dicho salvoconducto le fue expedido en 1425 y era válido para tres meses, que se han convertido ya en casi 600 años. Se trata, pues, del documento por el que la comunidad gitana se instala oficialmente en las Españas.
El Rey Alfonso, etc., a todos y cada uno de sus nobles, amados y fieles nuestros y sendos gobernadores, justicias, subvengueros, alcaldes, tenientes de alcalde y otros cualesquiera oficiales y súbditos nuestros, e incluso a cualquier guarda de puertos y cosas vedadas en cualquier parte de nuestros reinos y tierras, al cual o a los cuales la presente ser presentada, o a los lugartenientes de aquellos, salud y dilección. Como nuestro amado y devoto don Juan de Egipto Menor, que con nuestro permiso ir a diversas partes, entiende que debe pasar por algunas partes de nuestros reinos y tierras, y queremos que sea bien tratado y acogido, a vosotros y cada uno de vosotros os decimos y mandamos expresamente y desde cierto conocimiento, bajo pena de nuestra ira e indignación, que el mencionado don Juan de Egipto y los que con él irán y lo acompañarán, con todas sus cabalgaduras, ropas, bienes, oro, plata, alforjas y cualesquiera otras cosas que lleven consigo, sean dejado ir, estar y pasar por cualquier ciudad, villa, lugar y otras partes de nuestro señorío a salvo y con seguridad, siendo apartadas toda contradicción, impedimento o contraste. Proveyendo y dando a aquellos pasaje seguro y siendo conducidos cuando el mencionado don Juan lo requiera a través del presente salvoconducto nuestro, el cual queremos que lleve durante tres meses del día de la presente contando hacia adelante. Entregada en Zaragoza con nuestro sello el día doce de enero del año del nacimiento de nuestro Señor 1425. Rey Alfonso.
5 comentarios:
Lo de los gitanos es un mal menor al que ya estábamos acostumbrados si lo comparamos con la brutal invasión que estamos sufriendo. Se sabe de toda la vida que los zíngaros siempre han causado ciertos problemas y que han tenido y tienen dificultades para integrarse en la sociedad "paya". Pero aún así no dejan de ser un elemento más del paisaje ibérico al que uno acaba no tolerando pero sí acostumbrándose. También hay que decir algo en su favor, en pro del principio de presunción de inocencia, y es que no todos los gitanos son unos chorizos y he conocido a algunos que trabajaban honradamente y estaban perfectamente integrados. Otro asunto son los que nos llegan de países del Este, más asalvajados y menos predispuestos a integrarse que los autóctonos. Pero a pesar de todo, creo que la raza gitana está superando el atavismo cultural del que siempre ha hecho gala y cada vez son menos los que "se comportan como gitanos". A mí me cuesta cada vez más ver al típico gitano que todos tenemos en mente, ese pordiosero, facineroso, mal educado y traidor que antaño se dedicaba a robar radios de los coches. Aún los hay, cierto, sobre todo en algunas barriadas o incluso en poblados ilegales, pero su número es tan insignificante que apenas hacen ruido. El problema de verdad son los que llegan de fuera.
ja ja ja muy bueno master k desde luego no esta mal ponerle un poco de humor al asunto je je je
Tendrías que pasarte por mi barrio... Los primeros galopines que intentaron atracarme (contaba yo entonces con 16 años) fueron un par de gitanos. Y eso cuesta olvidarlo. Pero es cierto que por muy endógamos y reacios que sean a integrarse los calés, los extranjeros los han dejado en cuanto a vandalismo a la altura del betún. De hecho casi me alegra oír flamenco a toda pastilla en vez del infame reggaetón.
Los gitanos que se vuelvan al Punjab. La comprensión y justificación que mostráis hacia ellos me repugna. El día que apuñalen u os vacíen dos cargadores encima no me vengáis llorando. A Dios gracias que son endógamicos la gran mayoría de ellos.
Dioses,así que fue Alfonso V el que les dejó entrar.
Espero que se retuerza de dolor en el Infierno,el muy cabrón.
Y para postre,firma el edicto en mi ciudad.
Hay que joderse,de lo que se entera uno.
Salve.
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