La potencia de la inmigración
Las remesas que han enviado a sus respectivos países los inmigrantes que han venido al territorio valenciano a trabajar y labrarse un porvenir han ascendido en sólo un año 1.200 millones de euros.
Una cuantía que, si para nosotros es importante, para ellos es multiplicador, dada la diferencia de niveles de vida entre quienes vivimos en el primer segundo o tercer mundo. Es un dinero que no se queda aquí, sino que hace transformar la realidad en la que viven sus familias.
El fenómeno inmigratorio transforma al mismo tiempo nuestra sociedad. A veces da la sensación de que somos los naturales de aquí minoría. Hagan la prueba. Cuando anden por la calle, o viajen en metro o en autobús, fíjense en los rostros de las personas o escuchen sus conversaciones, bien por su fisonomía o por las lenguas que hablan detectarán de inmediato que son extranjeros.
Valencia vuelve a ser la ciudad abierta, acogedora, hospitalaria, amable y agradable, que ha atraído siempre a gentes de fuera que se asentaron aquí por el especial carácter de sus gentes y también por su clima.
Aquí llegaron a lo largo de la historia, se quedaron y convivieron civilizadamente pueblos, credos, culturas e ideologías varias, por barrios, arrabales, sectores, cohesionados todos, dando por fruto lo que ahora somos, pero, que, de nuevo, se va a conformar y configurar.
La sociedad valenciana no es la misma que hace cinco o seis años. Todo está cambiando, todo se está transformando. De nuevo volvemos a ser cosmopolitas. Entramos en una nueva etapa de nuestra historia.
Los médicos de nuestros centros de salud y hospitales se las ven y se las desean para atender a pacientes, cuyas lenguas no conocen, están faltos de traductores intérpretes. Lo mismo le ocurre a la policía, a la judicatura. No nos estamos preparando, ni respondiendo, con la celeridad y eficacia debidas a este importante fenómeno sociológico. Ni tampoco estamos aprendiendo la lección que nos dan los inmigrantes, no captamos su pedagogía. Lo pueden detectar con un simple ejemplo, el de los fines de semana.
Los amaneceres de los sábados y domingos es sintomático comprobar por las calles cómo, mientras muchos de nuestros jóvenes regresan reventados a casa con importantes ingestas de alcohol, no pocos comas etílicos, pastillas y otras lindezas, los jóvenes inmigrantes caminan cara al tajo, aprovechando su descanso semanal para ganar más dinero que ahorrar y reenviar a sus familias, realizando chapuzas extras.
Dos maneras muy distintas de ver, entender y vivir la vida.
4 comentarios:
Como aportación a la literatura fantástica, el párrafo en negrita (con perdón) no está mal del todo.
Hoy he visto de refilón en las noticias que a uno de esos abstemios trabajadores extranjeros le ha dado una cornada un toro mientras "trabajaba" en las fiestas de la Purísima de Ontinyent. Él y la res se han caído al río desde lo alto de un puente. Pero mientras el afortunado sudamericano se recupera en un hospital de las leves heridas sufridas al astado, en cambio, lo han tenido que sacrificar porque ha quedado hecho una Braccara Augusta a causa del tremendo batacazo. ¡Que injusta es la vida, por Dios!
¿Que no está mal del todo lo que está en negrita?
Es excelente.
Describe la realidad.
Cansado estoy de que la chusma de mi edad vivan en el país de las Maravillas drogándose, haciendo el perro y emborrachándose, mientras España se llena de mierda inmigrante.
Que disfruten mientras puedan.
Soy economista y les aseguro que con los datos macroeconómicos en la mano, el mal llamado estado de bienestar se va a ir al garete en diez años.
Todo ello agravado con la chusma africana, y unos niveles de paro altísimos, harán que el andar por las calles de Madrid o Barcelona no se diferencie de Bagdad o Johannesburgo.
Deporte de riesgo, oigan.
Y nuestros "perros" autóctonos, tendrán que tomar bando y ponerse las pilas, y dejar la cocaína para mejores tiempos.
A mi me parece que el único que padece los efectos de los excesos etílicos es el propio autor de estas líneas. Creo que debería dejar de beber tanta sangre de Cristo en sus misas y fuera de ellas que luego mira lo que escribe en los dominicales el buen apóstol.
Yo si veo a un moro, un sudaca o a un negrata por la calle a las 6 de la madrugada lo último que se me pasa porla cabeza es que vaya a currar. Tal vez sí, pero no a hacer chapucillas precisamente, sino más bien chapuzonas (entiéndase robar, traficar, violar, matar,prostituirse...). Aunque quizás al buen samaritano que ha escrito ese artículo le venga bien que hayan por ahí jovenzuelos inmigrantes dispuestos a poner el culo por unos eurillos, ya que tal y como está la iglesia últimamente ( curas pedófilos y corruptos) es el único motivo por el cual se me ocurre que sea tan ferviente defensor de la causa invasora. Vaya un pillastre.
EL RESISTENTE.
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