Un colombiano degüella a un marino de la armada española

Estoy hasta la entrepierna de aquellos que claman contra la violencia de género, como si los actos violentos fuesen más o menos graves según el sexo o el pedigrí de la víctima. Por ejemplo, por lo que parece es peor que muera un negro que un blanco, un inmigrante que un español, un homosexual que un heterosexual o una mujer que un hombre, según el baremo del lobby progregayoenegero al uso. En Valencia, el último sentenciado a ser colgado en público fue precisamente un vecino de Russafa acusado de estrangular a su mujer. El individuo fue sentenciado a morir en la horca y los hechos tuvieron lugar en el ya remoto siglo XIX. Quiero decir que esto que sucede ahora no es nada nuevo. Lo único novedoso es el circo mediático que rodea a estos hechos; luctuosos, sí, y dignos de toda reprobación, pero no menos -verbigracia- que el acaecido en la madrugada de ayer domingo a las puertas de una discoteca de Las Palmas, en que un joven soldado de la marina, del que no ha trascendido la identidad (y si es español, probablemente no trascenderá), pereció degollado por un inmigrante colombiano, que un rato antes había increpado además a la pareja de la víctima. Pero esto es violencia de origen y, por tanto, irrelevante. Como lo del asesinato de un joven aficionado del Paris Saint-Germain a manos de un policía negro de paisano, ya que, tras leer los titulares de la prensa europea, el finado sin duda se lo merecía, por francés, blanco, racista y facha. Que le den.

¿El primer ministro británico Tony Blair durante su última visita a Angola? No: departiendo con los párvulos de un colegio londinense. De los cinco conguitos que aparecen en la foto, no hay siquiera uno de tez pálida. Rule, Britannia, Britannia rule away!