La Comunidad Valenciana alcanzará la cifra de alrededor de un millón de residentes extranjeros a finales de este año. En realidad serán más, pues en esta previsión se omiten los no empadronados, que son legión. Eso significa que en una autonomía que cuenta con algo más de 4 millones de habitantes el porcentaje de inmigrantes será del 25%. O lo que es lo mismo, 1 de cada 4 residentes en territorio valenciano habrá nacido fuera de España. Además hay que recordar de nuevo que la tasa de natalidad española es de sólo 1'3 hijos por mujer en edad fértil, una de las más bajas del mundo, lo que a medio plazo hará que, aunque no siguiese aumentando el número de chorizos y sanguijuelas que se dejan caer por las soleadas costas valencianas (cosa harto improbable), los decesos de la numerosa población anciana que aquí reside sumado a la ingente prole con que nos honran nuestros huéspedes invertirán la relación autóctonos foráneos. Otras comunidades autónomas lo tienen aún peor, pero son sólo dos.
Lo cierto es que nunca he sido demasiado patriota ni panxacontent, como decimos aquí, lo reconozco, por eso jamás nadie me habrá oído decir que me siento orgulloso de ser valenciano o español. Pero éste es mi país, caramba, y se lo han cargado, porque esto ya no tiene remedio, por muy optimista que se sea.
Si el Estrecho y los Pirineos ya son un coladero (y nuestros puertos y aeropuertos aún más), no quiero ni pensar lo que pasaría si España no estuviese ubicada en una península y tuviésemos más fronteras terrestres con otros países. Supongo que en realidad una vez más se demuestra que cada uno tiene lo que se merece y los españoles y sólo ellos son los responsables de lo que aquí está ocurriendo. Lo único que me fastidia es que este fenómeno me haya pillado treintañero, es decir relativamente joven, y no un abuelete con demencia senil esperando aletargado su final en un asilo rodeado de compatriotas (¡qué gusto!) y aislado de la chusma global.
Lo cierto es que nunca he sido demasiado patriota ni panxacontent, como decimos aquí, lo reconozco, por eso jamás nadie me habrá oído decir que me siento orgulloso de ser valenciano o español. Pero éste es mi país, caramba, y se lo han cargado, porque esto ya no tiene remedio, por muy optimista que se sea.
Si el Estrecho y los Pirineos ya son un coladero (y nuestros puertos y aeropuertos aún más), no quiero ni pensar lo que pasaría si España no estuviese ubicada en una península y tuviésemos más fronteras terrestres con otros países. Supongo que en realidad una vez más se demuestra que cada uno tiene lo que se merece y los españoles y sólo ellos son los responsables de lo que aquí está ocurriendo. Lo único que me fastidia es que este fenómeno me haya pillado treintañero, es decir relativamente joven, y no un abuelete con demencia senil esperando aletargado su final en un asilo rodeado de compatriotas (¡qué gusto!) y aislado de la chusma global.
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